LA HORA DE LOS LATINOS Y EL TIEMPO DE AMERICA

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Cuando a principios de este año el Partido Republicano se encontraba todavía enfrascado en la enconada batalla de las elecciones primarias, escribí un artículo estipulando las ventajas de que Marco Rubio fuera postulado como vicepresidente en la candidatura de dicho partido. Por entonces dije: “Solamente el senador Marco Rubio reúne las tres cualidades esenciales para proteger los flancos débiles de Romney y, de paso, aumentar las probabilidades de una victoria republicana. Rubio tiene un mensaje positivo para la comunidad inmigrante, cuenta con un sólido respaldo de los miembros del Tea Party y disfruta de una inmensa popularidad en un estado (La Florida) que Obama gano en el 2008 y que Romney necesita ganar este año para llegar a la Casa Blanca”.

Los resultados electorales de 2012, aunque por estrechísimo margen, dieron de nuevo la victoria a Obama en el Estado de la Florida. Creo además que, aunque hubiera ganado la Florida seleccionando a Marco Rubio como compañero de fórmula, no habría ganado las elecciones. Para ello necesitaba ganar por lo menos Virginia y Ohio, dos estados donde la eficiente maquinaria de Obama se impuso sobre una campaña de Romney que nunca fue capaz de motivar a la derecha del Partido Republicano. Más de 3 millones de norteamericanos que en el 2008 votaron por John McCain se quedaron en casa en el 2012, un número que pudo haber inclinado la balanza a favor de Romney.

Aunque hubiera preferido a Marco Rubio creo, sin embargo, que la selección de Paul Ryan como candidato a vicepresidente fue totalmente acertada. Ryan es un conservador genuino y probablemente la mente más brillante en cuestiones fiscales y presupuestarias con que cuenta el Partido Republicano. Agregó credibilidad a un mensaje conservador que Romney parecía emitir de mala gana. Pero es un hecho ampliamente demostrado que son los candidatos a la presidencia quienes determinan la victoria o la derrota en las elecciones. La derrota fue de Romney y Ryan queda exento de toda responsabilidad. Ryan sigue, por lo tanto, estando entre media docenas de estrellas en el firmamento del partido con la capacidad de iluminar el cielo de América en futuras contiendas electorales.

Por otra parte, su participación en una candidatura perdedora en el 2012 podría restarle atractivo en una aspiración presidencial en el 2016, un año en que los republicanos no pueden arriesgarse a perder la Casa Blanca si quieren sobrevivir como partido. Apuesto a que esta vez los republicanos van a limpiar la casa de trastos viejos y de falsos artefactos nuevos. Ni reaccionarios en asuntos sociales ni fingidos conservadores fiscales. Verdaderos conservadores que se mantengan firmes en los principios y los expresen con un mensaje flexible y compasivo. Esta última frase define a cabalidad la personalidad y la imagen que proyecta Marco Rubio.

Un Marco Rubio que es al mismo tiempo audaz, sagaz y brillante comunicador. Un pichón de Ronald Reagan con carita de galán joven y sonrisa inofensiva. Dos atributos que pueden ayudarle a ganar adeptos entre los jóvenes y las mujeres, así como servirle de escudo ante una futura campaña demócrata que, continuando la tradición iniciada por Obama y su equipo en el 2008 y practicada en el 2012, será seguramente vitriólica.

Este es el Marco Rubio audaz que aspiró contra el ex gobernador Charlie Chris desafiando los vaticinios derrotistas de los cerebros del partido. Es el Marco Rubio sagaz que no mostró interés alguno en ser postulado como candidato a la vicepresidencia junto Mitt Romney. Nunca sabremos si esa actitud fue consecuencia de su instinto natural o de su acumen político. Pero el hecho es que la jugada le salió a las mil maravillas. Y, como brillante comunicador, hoy es el niño mimado del movimiento conservador y de la poderosa cadena noticiosa de Fox News. Si el Partido Republicano quiere reconquistar la Casa Blanca en el 2016 no puede darse el lujo de ignorar los atributos de Marco Rubio y su capacidad para ejercer un impacto considerable en una nueva realidad política.

Una nueva realidad política descrita esta semana con su acostumbrada pericia por nuestro colega en La Nueva Nación, el doctor Charles Krauthammer. “Los hispanos deben ser parte de los votantes republicanos. Son inmigrantes que luchan por superarse, son religiosos, católicos, con estrechos lazos familiares y conservadores sociales, como lo demuestra su oposición al aborto”, escribió Charles y agregó: “Imagínense a un Marco Rubio como vocero de esa política en el camino a las elecciones de 2016. Ese golpe transformaría el panorama político. No tengo dudas de que ganaría la mayor parte del voto hispano”.

Por mi parte, aunque para analistas y estrategas políticos todavía es temprano para vaticinar la composición de la candidatura ni yo tengo influencias entre los altos mandos del Partido Republicano, me aventuro a sugerir la fórmula que considero con mayor probabilidad de consolidar una victoria republicana. El senador Marco Rubio como presidente y la gobernadora de Nuevo México, Susana Martínez, como vicepresidenta. Una fórmula con todos los ingredientes para atraer a las mujeres, los jóvenes y los hispanos. Pero sobre todo, una candidatura con las genuinas credenciales conservadoras que estimulen un regreso a las urnas de la base del partido que se ha mantenido alejada en las últimas dos elecciones.

Ahora bien, cualquier análisis que ignore la aritmética carece tanto de base real como de credibilidad política. Vayamos, por lo tanto, a los números. La candidatura débil de Romney-Ryan obtuvo 203 votos electorales en esta contienda de 2012. Partamos ahora de la premisa de que una candidatura fortalecida por las credenciales y los atributos de Marco y Susana mantendría esos mismos votos electorales en la contienda de 2016.

Sumemos los 34 votos electorales de La Florida y de Nuevo México, los estados de los dos candidatos, para llegar a un total de 237. Agreguemos los 27 votos combinados de los estados de Virginia, Nevada y Colorado que Obama ganó por un estrecho margen para llegar a un total de 264 votos y un déficit de solo 6 votos para la cifra mágica de 270 que son necesarios para ganar la presidencia. Sin entrar en especulaciones sobre otros estados, la lógica indica que una candidatura con la solidez de la de Marco y Susana tendría altísimas probabilidades de lograr los 6 votos restantes.

Un resultado de tal naturaleza pondría en vigilancia de suicidio a los voceros de esa prensa amarilla que trata a los latinos como a niños chiquitos dispuestos a creer en su manipulación de las informaciones. Son los periodistas que dicen que, en este 2012, los latinos que decidieron la suerte de Obama llegaron a la madurez política. La realidad es que, al votar por Obama, esos latinos incurrieron en una soberana tontería política. Porque el diletante que habita la Casa Blanca no respeta a los latinos, no les cumplió la promesa de una reforma inmigratoria integral y los utilizó con un descaro inaudito para salir electo.

La hora de los latinos llegará, más temprano que tarde, cuando se les respete, se les hable con la verdad y se les cumplan las promesas. No cuando se les utilice como instrumento para mezquinas manipulaciones electoreras. Nadie sentiría con mayor intensidad esa causa que un hijo de inmigrantes cubanos y una hija de inmigrantes mexicanos que lograron el sueño americano sin esperar por prebendas gubernamentales y a base de su esfuerzo personal. Esa sería verdaderamente no solo la hora de los latinos sino el tiempo de América. Una nación donde coincidirían al mismo tiempo las diversidades culturales y la unidad de propósito de preservar una América próspera e incluyente que sirva de hogar a todos los americanos.

Alfredo M. Cepero es director de La Nueva Nación, que es una publicación independiente cuyas metas son la defensa de la libertad, la preservación de la democracia y la promoción de la libre empresa. Visítenos en : http://www.lanuevanacion.com

 

 


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